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Una vida de Pasión por el Polo: Marcos Uranga

Doctor en Ciencias Económicas, llegó a ser Director del Banco de la Nación. A la vez, se ocupaba de la administración de los campos de la familia, gracias a lo cual fue también Secretario de Agricultura. Y en una nota más personal pero no menos demandante, se casó con Silvia Rueda y fue padre de 7 hijos. ¿Dónde encontró el tiempo entonces para convertirse en el gran propulsor del polo a nivel mundial? En su espíritu amateur, pura pasión y convicción.

Marcos fue quien decidió conformar la Federación Internacional de Polo, que en la actualidad nuclea a 70 países y es una de las más grandes difusoras del deporte en el mundo. Hoy presidente honorario de la misma, asegura que el hecho de que el polo argentino ya tenga status de marca fue sólo consecuencia de un camino pleno de pasión y camaradería.



Aqui copiamos una nota con Marcos Uranga, publicada en Management y Deporte para conocer un poco más sobre qué enseñanzas le dejó el Deporte.

¿Qué enseñanzas le han dejado todos sus años de deporte?

Siempre pensé que el deporte era un complemento de tu vida. Yo siempre hice alguno: estudiaba y jugaba al rugby, trabajaba y jugaba al polo… Todo eso me dejó muchas enseñanzas, pero la más importante es el juego de equipo. De hecho, mi atributo principal en ambos deportes siempre fue el de saber nuclear compañeros.

 

¿Cómo fue el paso del rugby al polo?

Es que al polo lo llevo en la sangre. Mi padre viajó en barco a Inglaterra en 1920, con otros ocho argentinos y todos sus caballos. Estuvieron 32 días en el agua, y los caballos y los petiseros se marearon por igual. Al llegar a Inglaterra, los primeros cuatro meses no lograron ganar nada, porque los animales seguían sin recuperarse. Pero para el fin de la temporada ganaron el Abierto de Polo inglés. En ese momento había una euforia brutal por los Juegos Olímpicos, y a partir de ese triunfo se decidió trabajar para llegar en 1924 a las Olimpíadas de París. Conformaron un equipo y lograron el primer éxito argentino, con medalla de oro. Así que cuando uno hereda esa pasión, es imposible no transmitirla a todo.

 

¿Eso fue quizás lo que llevó a conformar la Federación Internacional de Polo?

Fue eso y fueron algunos hechos más. En 1975, con el actual presidente de la FIP, Eduardo Huergo, armamos un equipo de amigos y fuimos a jugar a California. Yo tenía 39 años. Y el embajador argentino en Estados Unidos, Alejandro Orfila, nos propuso organizar una copa de americanos contra argentinos. Hicimos un partido muy bueno, pero en el último chukker me encontré sin caballo. Le golpeé la espalda a un contrario que no conocía, y él fue tan amable que se bajó del suyo y me lo dio. Pero con tal mala suerte que con ese caballo hice dos goles y ganamos el partido. El señor era Glen Holden, y terminó siendo presidente de la FIP luego de mí, además de un gran amigo. Fundé la fundación en 1982, fui presidente durante 15 años y luego él lo fue por 9. Empezamos con 12 países miembros y terminamos con 70.

 

¿En qué contexto fue creada la FIP?

Comenzamos con un gran inconveniente inicial, ya que en 1982 Argentina e Inglaterra entraron en guerra por las Malvinas. Y yo, si bien presidente de una institución internacional, era argentino, por lo cual el Commonwealth me declaró boicot. Fue una situación muy desagradable. Pero con Glen Holden decidimos que debíamos convencer al mundo de que esto era algo internacional, superador de las barreras de un país. Por lo cual comenzamos a viajar y llegamos hasta los países asiáticos, donde hay más historia y tradición de polo. En la India conocimos a los maharajás, que jugaban mucho entre ellos. Y el de Jaipur, que había jugado siempre con su padre, decidió donarnos una copa para hacer un campeonato del mundo. Allí comenzó la idea, y el primero fue en 1985, en Palermo, pero sin ningún equipo del Commonwealth. Aplicamos un límite de 14 goles, porque la superioridad argentina era muy grande.
Y eso se sigue manteniendo…
Cada vez más, lo cual nos complica al momento de querer hacer del polo un deporte olímpico. Porque el olimpismo apunta a la excelencia, y excelente sería un equipo de 40 goles, hecho que sólo lograría Argentina. De hecho, en Inglaterra la Copa de la Reina es de 22 goles, y aún así casi todos los que juegan son argentinos… Pero lo bueno es que pudimos construir, a pesar de todo, una relación con el movimiento olímpico

 

¿Cómo se reestableció la relación con Inglaterra?

Fue interesante. La paz se firmó 5 años después de terminar la guerra, cuando estábamos organizando un campeonato mundial en Alemania. Berlín estaba dividida en tres sectores: el francés, el americano y el inglés. Y el estadio olímpico estaba en la parte inglesa. Así que en el momento en que lo pisé, me declararon persona no grata. ¡Otra vez! (ríe). Decidí armar el campeonato igual, sin equipo inglés. Pero en el medio se firmó la paz, la federación internacional me apoyó e invitamos a Inglaterra, que vino, jugó y nos ganó. Pero en los festejos, los ingleses tomaron tanto que comenzaron a ponerse belicosos. Entonces le pedí al capitán argentino que los escondiera en su cuarto de hotel, donde seguramente nadie los buscaría. Así que tres ingleses peligrosísimos durmieron su borrachera en el cuarto de los argentinos... Y esa anécdota se hizo tan famosa que el Comandante de las tropas de Berlín se enteró y me mandó llamar para decirme que en la ceremonia inaugural iban a tocar, con uniforme de gala, el himno nacional argentino. Y al tercer gin tonic me confesó que había sido el Comandante de las tropas aerotransportadas de Malvinas.

 

Las vueltas de la vida…

Es increíble. En ese momento imaginé que no era buena época para invitarlo a Argentina, pero sí invité a sus hijos, que a los 3 meses estaban viviendo en casa. Al año volví a Inglaterra y le escribí. La reina lo había nombrado edecán, y me invitó a su casa. Fue tal la amistad que el día mismo que me iba, en un vuelo muy temprano, él apareció con el desayuno en mi cuarto para mí y mi mujer. Y yo me pregunto: ¿eso es construir un deporte, posicionarlo? Creo que más bien son pequeños pasos. No soy profesional del deporte, lo hago porque es mi pasión.

 

¿Y cómo ve la profesionalización del polo?

Me cuesta profundizar en qué hace a un profesional. Me preocupa que el éxito sea cada vez mayor en jóvenes de 18 a 25 años. Son Gardel a los 20, pero luego con el paso de los años, debido a las lesiones y al desgaste, el rendimiento comienza a disminuir. ¿Cómo sigue la vida entonces? Para una persona con formación universitaria, en cambio, se vive al revés, lo mejor viene cuanto más grande. También me cuesta entender las reuniones donde en vez de hablar de deporte se habla de plata. Tengo cinco hijos que juegan al polo, cuatro amateurs y uno profesional. Y me sigue preocupando el profesional, porque si bien hoy a los 18 viaja y juega bárbaro, ¿qué va a ser de él a los 30? Quizás tenga una suma de dinero, pero eso no es un capital; el verdadero capital es el espíritu.

 

¿Cómo ve el progreso del polo en otros lugares del mundo?

Diría que aumenta en cantidad pero no en calidad. En el polo hay gente muy rica que quiere representar a su país y contrata a jugadores de apenas 3 o 4 goles. Eso es una mezcla de profesionalismo y patriotismo. Es relativo, porque si los Pumas ganan $2500 por ir al Cenard, ¿los podemos considerar? Eso es dinero para sobrevivir. La competencia y el conocimiento es lo que van generando el nivel.


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