Adolfo "Poroto" Cambiaso marcó un récord sin haber tocado la bocha: hizo su presentación absoluta en la Triple Corona del polo a los 14 años, la menor edad de un protagonista de la serie Tortugas-Hurlingham-Palermo según el registro de la Asociación Argentina de Polo (AAP). En Pilar, el hijo del crack Adolfo Cambiaso compartió con su padre el estreno de La Dolfina en el Abierto de Tortugas, accidentado para el equipo blanco pero que terminó en victoria: 13-4 sobre La Ensenada-La Aguada, por la etapa de cuartos de final.
La Dolfina, cuya formación titular tiene 40 goles de handicap, terminó jugando con 31, porque Poroto (6) sustituyó al fracturado Juan Martín Nero (10) y el brasileño Rodrigo Ribeiro De Andrade reemplazó al desgarrado Pablo Mac Donough (10) y porque durante el partido se lesionó el uruguayo David Stirling (10; aductor derecho) y lo suplió otro debutante absoluto en la Triple Corona, Tomás Fernández Llorente (h., 7). La Ensenada-La Aguada tenía 29 tantos de valorización, por lo que se esperaba que el desarrollo se volviera más parejo. Paradójicamente, se desequilibró más (6-2 para La Dolfina desde entonces).
Pocas instrucciones, prácticamente ninguna, recibía el chico en los descansos entre chukkers. Apenas se oyó un fuerte "¡vamos, Poroto!" por parte de su papá, como para que se activara más, cuando La Dolfina ya tenía a Fernández Llorente en la cancha y estaba en riesgo su victoria por la paridad de potencial. Ese riesgo se evaporó en seguida, con Adolfo ya como back y pegando lo más largo posible para habilitar a los dos delanteros y debutantes absolutos. Las dos últimas etapas acumuladas resultaron un 6-0 para el ganador.
Poroto, que creció mucho en estatura y caja torácica en el último año, todavía es muy delgado, pero no rehuyó el involucramiento en la lucha del mediojuego y hasta tuvo dos fricciones fuertes, en ambos casos con Alfredo Bigatti. En la primera, durante el tercer período, sacó de acción al número 2 con un pechazo y Bigatti cayó como en cámara lenta. El joven Cambiaso lo miró, golpeó la bocha para alejarla y se preocupó por su rival, con el que terminó chocando manos amistosamente. En el chukker siguiente protagonizó otro raspón con el mismo adversario, que casi se cayó de su caballo, y en seguida se saludaron, sin que se detuviera la acción.
Fuente: La Nacion.
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